José Antonio Aparicio – Secretario de Ciudades de la C.E.P.

Con semejante diploma ha vuelto la ciudad de Granada de FITUR. Motril, que iba con ella, debe haberlo hecho como ciudad del mojito. Fue un error. Es y será un error reiterado que la capital acudiera a la Feria Internacional del Turismo separada del resto de la provincia en anteriores ediciones, porque ofreció palmaria muestra de lo que es: tú tira para allá, que yo me voy para acá, principio absolutamente contrario al turismo y más todavía a su promoción. Málaga, que no debe andar demasiado manca en estas cosas, ofrece internacionalmente a la Alhambra como ahí al lado y no pone fotos en las Ferias por no molestar.

Es de suponer que en esta edición, donde la capital se ha hecho acompañar de la ciudad costera de Motril, hermanada sólo porque en ambas gobierna el PP, haya aprendido lo poco que tenía que significarse en un contexto de tapas y procesiones de Semana Santa, que es lo puesto por bandera por la capital, porque la verdad es que, después de haber recorrido una ruta de tapas por Granada, asomándose o no a ver procesiones entre tanto, bajarse a Motril para coronar la moña con mojito no es algo que merezca la capital de la costa granadina ni que deba, en consecuencia, encandilar a los motrileños.

Es posible que, mirando al pasado inmediato de las máscaras de la ciudad de Granada, tocara sin remedio ésta en 2009. Después de haber sido declarada de palabra y hecho por su alcalde como capital del botellón, lo de la tapa estaba a tiro de piedra y, mirándolo bien, mejorará en algo la tasa en los alcoholímetros, porque no es lo mismo beber a secas que tapeando. Además, al subdividir su atractivo turístico entre tapa y procesión, también se enlaza con otro antecedente inmediato: cuando el alcalde declaró de facto a Granada como ‘Ciudad de la pipa’, al manifestar al término de aquella Semana Santa las toneladas recogidas por los servicios de limpieza sólo de sus cascarillas escupidas, chicles, gominolas y ceras aparte.

Lo de aspirar a ser considerada ‘ciudad cultural’ es normal por quienes la gobiernan que haya decaído. Lo de ‘ciudad educadora’, también: lo que quedaba de avanzadilla, el Patronato Municipal de Escuelas Infantiles se ha privatizado y al Parque de las Ciencias lo han hecho experto en sortear zancadillas municipales (valga como ejemplo la reclamación de su licencia de obras de época prerromana: estuvo exenta en virtud de providencia de un munícipe del PP, Pedro Revilla).

Lo de ‘ciudad de congresos’, más esperable todavía: el Palacio de eso ha sido acosado por dentro –extirpación de la explotación del aparcamiento propio– y por fuera: impugnación de la exención de su IBI y construcción de otro parking al lado, del que ni la constructora ni la explotadora cumplen con la obligación de habilitar su plaza en superficie ni de abonar su importe, por razones bien sabidas, y que hábilmente han incluido en los fondos ZP, de tal modo que, si pagan algún día, los 900.000 euros se les queden limpios de polvo y paja. A ello debe sumarse el retraso en enviar datos a Turespaña, que ha propiciado que Granada aparezca como ‘ciudad de congresos en vías de desarrollo’, o sea, como una recién nacida.

Y de la Feria de Muestras ni hablamos. Es absolutamente coherente que le parezca como ‘muy de pueblo’ al alcalde de la metrópoli capitalina, porque la infancia nunca se olvida. Llevo desde hace días acordándome del Pleno municipal en el que se debatía una moción de apoyo del Ayuntamiento de Granada a la revitalización de la Feria de Muestras y una aportación a sus actividades. Francisco Pertíñez, entonces portavoz del PP en la oposición, remató su postura contraria aduciendo que la siguiente muestra anunciada era cosa menor, la Feria de la Tapa. Me pregunto qué pensará ahora y supongo que se sonreirá socarronamente. Haría bien. Nos hermanaría la sonrisa, Paco.

Publicado en Laopnión de Granada. 5 febrero 2009